El desafiante futuro del auto eléctrico. Por Thomas Karig
La pandemia ha acelerado la tendencia hacia el auto eléctrico, bajo la perspectiva que el cambio climático, la próxima catástrofe que enfrentará la humanidad, entre otras cosas se puede combatir con motores eléctricos en los autos.
McKinsey estima que desde 2010, a través de los mercados de capitales se han invertido un total de 280 mil millones de dólares en el sector automotriz, y casi la mitad de esto se ha destinado a desarrollar y producir vehículos eléctricos. Hasta ahora, el retorno sobre la inversión para los accionistas ha sido bueno. Han incrementado su inversión en casi 80%, sumando dividendos e incremento de valor de las acciones. Con todo y pandemia, más crisis de chips y cadenas de suministro, las armadoras han aumentado sustancialmente sus utilidades.
La invasión rusa de Ucrania agrega un factor disruptivo adicional para la industria del automóvil, sobre todo en Europa. El primero sin duda es un impacto sobre las ventas, que prolongará por varios años la recuperación a niveles prepandemia. El segundo es el precio y la disponibilidad de petróleo y gas. Por un lado, la gasolina mas cara debería hacer mas atractivos los autos eléctricos. Lo malo es que también la energía eléctrica sube de precio y se vuelve más escasa. Y la inflación también se refleja en las materias primas, entre otras cosas para fabricar las baterías. Para Europa el desligarse de los hidrocarburos rusos significa acelerar la transición a energías renovables, que además son la condición para que el auto eléctrico realmente tenga un impacto positivo sobre las emisiones de gases invernadero. Si se logra, el efecto al final será positivo. Pero el camino va a ser largo y tortuoso. Sea como fuere, la Unión Europea está discutiendo prohibir la venta de autos con motor de combustión interna a partir de 2035.
Mientras, la industria tiene que seguir avanzando en el camino que ya ha iniciado. En Estados Unidos, Ford ya puso en preventa su pick-up eléctrica F-150 Lightning, y GM anunció una Silverado eléctrica para modelo 2024. Parece un contrasentido electrificar los vehículos más grandes y pesados, pero convencer al cliente en Estados Unidos que tiene que comprar un auto mas pequeño, además de eléctrico, seguramente es una ilusión.
Y junto con los nuevos modelos se anuncian inversiones en nuevas plantas. En estado de Georgia, Rivian invertirá 5 mil millones de dólares, y Hyundai otros 6.5 mil millones. En el vecino Tennessee, Ford construye su Blue Oval City con 5.6 mil millones de dólares. GM decidió ampliar y modernizar sus plantas tradicionales en Michigan, dedicándoles 7 mil millones de dólares. Tiene muchos años que las armadoras americanas no construyen nuevas plantas, y aunque Ford se fue al sur para evitar al sindicato UAW, finalmente tuvo que comprometer otros 3.7 mil millones para modernizar sus plantas tradicionales en el norte.
Estas inversiones son particularmente elevadas porque incluyen fabricas para producir las baterías, las “Gigafactorías”, llamadas así porque la capacidad de las baterías se mide en kiloWatthoras, que sumadas dan muchos GigaWatthoras al año que salen de una planta.
La mayor preocupación de las armadoras en este momento es que, para cumplir con los pronósticos de vender 40 millones de vehículos eléctricos en 2030, se necesitan construir 200 nuevas gigafactorías, adicionales a las existentes 130. La edificación de esas plantas requiere grandes terrenos cercanos a las plantas ensambladoras. La capacidad de las constructoras, la escasez de materiales de construcción, y la disponibilidad de equipos para las líneas de producción son tres cuellos de botella que retrasan los proyectos. Y finalmente, los arranques de producción son lentos y adolecen de la poca disponibilidad de mano de obra en muchas ubicaciones. A todo ello se le suma la incertidumbre sobre la disponibilidad de las materias primas para las baterías. Tan solo el consumo de litio se multiplicará por seis entre 2021 y 2030.
Una vez que los autos eléctricos estén circulando por calles y carreteras, empieza la angustia de encontrar un punto de carga a tiempo antes de quedarse sin energía. La solución de este tema va a ser determinante para el éxito del auto eléctrico. McKinsey reporta que en Estados Unidos la red tiene que crecer de 100,000 estaciones a 1.2 millones hasta 2030. En China, donde ya hay 1 millón, se espera que la oferta crezca a 5 millones al final de la década. Y Europa tiene que multiplicar por 10 su red existente de 340,000 cargadores. Estas nada más son las cifras de cargadores públicos, sin contar los que se ubican en los domicilios.
Además del número, la ubicación y la capacidad de carga son otros factores que hacen complejo el reto de poner a disposición del usuario una red de carga que siempre le asegure el acceso a la energía que necesita para poder seguir su camino. Las políticas públicas van a ser determinantes para que este objetivo se logre, no solo con subvenciones sino también con una planeación adecuada. Un aspecto que se volverá más notorio es que, si bien en muchos mercados todavía se venderán vehículos con motor de combustión interna por varios años, estos se volverán cada vez más obsoletos tecnológicamente. El cliente que busque un auto con conectividad, sistemas de asistencia y de entretenimiento avanzados, los encontrará en el auto eléctrico. Para mercados emergentes como el mexicano, esto será un dilema que habrá que resolver. Además de estos retos, las armadoras tendrán que manejar los riesgos propios de las fábricas, y prevalecerán las medidas tradicionales. Como es el caso del Sr. Musk de Tesla, quien decreta una reducción de 10% de personal administrativo, como lo han hecho las empresas siempre cuando se dan cuenta que por alguna razón han contratado a demasiada gente. Y los que se quedan, tienen que regresar a las oficinas, nada de modernidades como el home office.
Más allá del enfrentamiento con Rusia, se complica la relación con China. Volkswagen recibió la advertencia del gobierno alemán que éste ya no garantizará las inversiones en China por el hecho que la empresa mantiene una fábrica en Xinjiang, provincia relacionada con violaciones de derechos humanos por parte del gobierno.
La industria automotriz siempre ha enfrentado desafíos interesantes, tan solo por la importancia que tiene su producto para la sociedad moderna. Y por la misma razón, los ha sabido superar. Podemos suponer que así será también ahora.